LO QUE CADA UNO SE MERECE
Ella quería amar al hombre de los calcañares
rosados, pero él tenía los codos tan rojos de
apoyarlos y nunca separarlos del lugar de
donde no hay espléndidos. Por eso siempre
estuvo triste y cansada y pidiéndole todos los
deseos prohibidos de la fuente, los de ella y
los de todos, para poder lograr sus juegos de
niña violentada, y él solo advertía –Tú no
puedes hacer esto ni lo otro, ni caminar allí o
allí, no mirar a quien no te pertenece. Eso
que es tan rico y que lo practicó hasta mi
abuela del N.Y con pelo separado y todo
separado y luego era feliz por el listado de los
recordatorios, o porque aquél le conviene a
otra, y no a ti, o búscate a alguien de los que
tú sabes y que no sea de esta plaza
–me decía mi abuela. Por eso hice esto y lo
otro, caminar allí o allí, mirar a quien no me
pertenece, me pertenecerá y le pertenecí.
–Sólo ellos vienen a joder y a coger –decía
la voz de una amiga criticona, pero mi abuela,
aquella pobre infeliz siempre tenía sus teorías
divinas y eclesiásticas. –Ah, ¿pero tú no
coges nada?, ¿hasta cuándo el cuento? Mira,
busca a alguien de los que te convengan,
observa la plaza, el techo se ha caído, sería
mejor alguien que fundiera vigas antiguas de
tu casa, por si acaso, y luego te llevara. –Por
eso escogí al de las cosas rosadas y porque
lo de que me llevara, alguien de esos que es
mejor pensar se trate de un principito dorado
o magullado, que pronto se va a morir y nada
tienes que hacerle y se complace con solo
mirarte los tobillos descubiertos. Lo que no
me recuerdo es si era la voz de mi abuela, mi
vecina o mi madre, pero hasta la voz de un
extraño podría confundirme con esa voz de
la experiencia y yo poder disfrutar. Todo lo
que sonaba a disfrute era mejor. No quería
sentirme más cohibida, o separada o burlada
o perdiéndome a mí misma.Por eso no hacía
comidas bonitas o desayunos esplendorosos,
alguna vez lo hice imaginativamente y la
mesa quedó muy adornada, pero él lo veía
todo feo, cursi y sin gusto, no valía cuanto
entusiasmo o deseo depositaba para creerme
que todavía era yo. Y cada vez invitó a alguien
y yo comí o jugué o provoqué o herí, y
emborraché, me emborrachaba cada vez un
poco más y sentía la felicidad de ser yo sin
darme cuenta, no importaba cuánto hiciera y
en dónde hiciera o si el pelo separado o las
piernas separadas, y los otros allí mirando
de reojo por la pena, pero afirmando que les
gustaban, eso, estar allí y mirar cuanto prohibido
y separado. Hay uno que quiere y otro
que se deja querer, pero ése no era nuestro
caso, porque sabía a matrimonio, y en un
matrimonio donde todo es rosado las cosas
suelen ser distintas, digo si tú no eres totalmente
rosada. Nada, que el infierno está lleno
de brujas, prostitutas y escritoras, me dijo
una amiga que venía del país A, y que ya lo
tenía requeteescrito y siempre me lo enviaba
para que yo realmente viviera. Pero yo solo
quería un morito de Lenta –¡Aquííííí!–, alguien
que realmente me dejara ver y vivir y
ser yo aunque fuera alguien rosado y magullado,
y no lo pude soportar, al menos no más
por estar afuera de la Fuente, de la plaza y de
Bquilla, y quise estropear aquella noche donde
ya nada me sabía colorido y porque siempre
jugaba de niña a romperlo todo para hacerme
feliz y me repetía –¿A quién le gusta
el jamóooooooooon? –a míiiiiiiii. –Y me
comía con un platillo plástico y una cucharita
rajada, como todavía los tengo e invito a
mis amigos y se sienten felices cuando comparten
esto que es mío y que es de ellos,
pero... ¿a quién le gusta el refresco de limón
con azúcar prieta, prieta, prieta? –A míiiiiiii
–decía Pekar. –¿A quién le gusta la piña madura
en una panetela, con adornitos de bichitos
y bichitas y besitos y besitos, y velitas
encendidas y desechables? –A míiiiiii –dijo
otra vez Pekar. –¿A quién, a quién le gusta el
culito? –A míiii!!!!!
–¡Denle el culito del pollo a él! –y al fin, la liberación.
ENTUSIASMO DEL ENVÍO
Pero ella le escribe cartas de amor a su madre.
–Te quiero mami necesito esto te extraño
mami y también necesito lo otro te amo
y beso mami pero quiero algo urgente lo necesito
ya.
Ha soñado en la Fuente con unos zapatos
de charol.
Así le escribió muchas veces y su madre
no sabía nunca qué enviarle. Hace algunos
años no la ve. La madre siempre le pregunta
–¿cómo estás?– y ella –yo ahí, tirando, al
menos el pan no es negro pero tampoco es
caro, al menos muchas veces no lo puedo
comer y se lo doy al hijo, el hijo siempre tiene
mucha hambre crece y gasta muchas ener-
gías y panes, pero no te preocupes no estamos
en guerra, digo, en la guerra, al menos
tenemos algo y ya. Se puede comprar por la
mañana, ¿sabes?, entonces es muy caliente y
sabroso y disfruto la calentura mirando al
hijo, pero te vuelvo a decir no te preocupes,
solo no es sabroso ni caliente cuando no lo
han hecho o no te lo entregan hasta el otro
día, y ya te digo, al menos lo tenemos, y a
veces hasta en la otra mañana puedes tener
dos, ¿no te parece bonito? En fin, se puede
comprar hasta de “todo” cuando hablamos
de aldeas y de Fuentes y de quillas, o de cada
sesión de estas veintenas de horas que no te
das cuenta de qué pasa, de cuánto es que pasa.
Su marido la fuerza cada vez más a escribir
cartas de amor a su madre. Listado de pedidos.
Pero la hija dice que no. Que su madre
gana muy poco y trabaja en un lugar oscuro
y profundo donde solo luces de cocuyos
–¡qué horror!, y la frialdad, mi madre allí con
tantos tipos, si tuviera alguna tipa como en
mis cuentos anteriores, no estaría tan cansa-
da y aburrida –sublimación de lo nuevo–, o
con tipas o con tipos –pero siempre es
sublimación lo nuevo. Su madre gana muy
poco pero siempre consigue mucho, tiene esa
suerte grande y poca que los otros desconocen,
siempre le regalan algo: alguna ropa usada,
algún auto usado, alguna casa usada, alguna
piscina usada, algún avión usado y
siempre viaja mucho pero regresa a donde
los tipos y los cocuyos –pobrecita mi mamá
viviendo siempre de cosas usadas y del regreso.
–Quiero que le pidas algo. –No, no me
atrevo, nunca podría pedirle nada específico
de todas formas ella siempre pregunta, y aunque
yo no le diga nada, ella sabe cómo se
vive en una fuente, ya le he escrito cómo se
vive en esta fuente (necesitis aguditis).
–Mándame lo que tú quieras, pues no se
me ocurre qué me puedes enviar con tantas
cosas nuevas y viejas que se unen en un punto
chiclado y.......
Ha llegado un paquete conflorecitas pequeñas y corazoncitos, y liguitas y cordoncitos y alambritos,
y polvitos yestrellitas, y algunas lunas azules, solecitosde tamaño mediano, envuelto en muchos
papeles hasta de papel periódico y sanitario,
con todo tipo de papel periódico y sanitario
–A mi madre le gusta el desenvolvimiento
–sonríe feliz.
Su madre le ha enviado una caja inmensa
de bombones.
AMORES MATERNALES
Ella le da el chance a su Hija de comer cuandoquiere, como quiere, y si quiere, en su sitio sucio, limpio, preferido, aborrecido o vomitado.Sus últimos gestos y gustos. Su Hija no tiene perretas. Ella una vez ha estado sobre el suelo de la Fuente como una niña malcriada, golpeando y pateando, chasqueaderas en el agua sucia y por qué no. Entonces su
madre se ha tirado al suelo perretudamente. Su Hija calla porque le asusta la madre, ¿loca? No quería escuchar-aguantar a la madre
loca. Ellas tienen un dinero pequeño. La
madre pinta boberías y no vende. La niña pinta mejor que su madre en su naiftaísmo, y la abuela duerme y empata los días. Le gusta performarse pastillídicamente, problemas de
la menospausa y porque su marido acaricia aún más la guata de sus muebles y a la Wuata. Entregan la Hija a una Vecina desde que ha nacido y por ratos y les gustaría entregarla definitivamente, digo, a la abuela le gusta la
entreguitud, no a la madre, pero la Vecina
quiere irse fuera de un país. La abuela inventa historias a la Vecina para que no salga fuera de un país, al menos definitivamente: –Allí se comen a la gente–, y se quedan detenidas mirándose de ojos y reojos, y se retira para inventar una nueva historia, mientras la Vecina recoge algunas ropas para colocarlas
en su baúl de simple nylon. Tiene la cara también un poco dañada (habladurías en la Fuente), porque ella con el otro y ya lo sabes, ¿quién no inventa historias? –yo –dijo la voz de Pekar. Entonces ella no quiere. Ella no puede. Tiene que visitar el otro país y nada la detiene, ni el ensayo de las perretas o porque la Hija a Vecina la hace feliz y no conocetodavía la palabra País, o quizás Fuente. Pero ellas no tienen el tiempo para tirarse a las patadas y a gritos sobre el suelo cada vez que se repita. Quizás la Wuata. Pero no la aceptan. -¿Cuáles son las propiedades de la aceptación?, ¿la adaptación? La niña Hija no desea comer o tomarse la leche, cuando a tanto no poder o a fuerza de los otros, prefiere restregar su cara en los ocres malolientes del corral y de su Fuente. Su madre se despide
de Vecina que abandona un país. Le entrega en su mano también dañada una lista del regreso y abuela mira alrededor de Bquilla, a la madre loca y a toda la gente entretenida y alejada. Así vierte la leche sobre la cabeza de Hija que rechaza para tomar.
Así le hacía desde siempre a Hija.
JUEGO DE LO INCIERTO
Para Baby y Franklin
B ha soñado que Franklin se ha caído bajo el
contén de una acera. Jugando. Franklin también
se apoda Pekar. Cuando cae, ella cree
en la caída casi perfecta del que se levanta.
Se enjuaga la cara en el lugar donde habitan
y arañan todos, por lo tanto, donde se manchan
las manos en el enjuague. Pero la caída
ha sido muy fuerte y no se incorpora. –¡Qué
lástima! –alguien observa. Ella corre para
alcanzarlo
y ve una cloaca. Le recuerda muchas
cosas. El alcanzarlo y la cloaca. Como
que ha tenido que llamar algunas veces a su
hermano, del que nunca nada conoce, o que
tiene estropeada la cara por el agua de la
Fuente y no está segura. De su hermano y de
su cara.
Ella le pide que busque a Franklin
(imperativamente). Ese es un saludo muy
normal (de ella). –Ahora mismo, ya –y lo
empuja cercano adonde la caída, pero le ha
dicho:
–No, tu madre es como un refrigerador.
No, es como un tren que pasa los campos.
No, es como un yale que los hombres
viran con sus manos. No, tu madre es como
un servicio de MacDonalds. Un millón de
servicios de MacDonalds. –Sí-.
No sé a quién se lo dijo, o quién lo dijo, o si se encontraron.
LA FUENTE EN LA CASA DEL CUENTO
Elvira Rodríguez Puerto
Ediciones Extramuros, La Habana, 2002
algunos cuentos
“La Fuente en la casa del cuento“ , Editorial Extramuros, La Habana, © Elvira Rodríguez Puerto
foto: Javier Buergo, pasillo de mi casa, Habana 207, abril, 2006.
SIETE: Flash de la modernitud
Una chica confort ha esperado la llegada del verdadero florecimiento y el verano.Tiene muchos colores en su pelo corto, y muchos aretes en la carne de sus orejas, y se pisa los pantalones de campana, y su cara es muy roja
y niebla. Lleva ropa nueva que luce como
vieja, atada en su cintura, y viene saltando
cuerda durante un buen rato. No lleva perros ni flores. Lleva brazos, piernas y zapatos muy altos con los que todavía salta, salta, salta,hasta que partan sus tacones. Crajjjjjjjjj.
DOS: Semiapertura
Una niña nos regala flores blancas sin perfume.No lo encuentra. Y consigue el spray que usa y vuelve a olerlas y estornuda. –Ahora puedo regalártelas–, me ha ofrecido sus flores sprayzadas.